Explosión de alegría en Puno
Buen indicio. Los carnavales consiguieron lo que la presidenta, el premier ni los especialistas en solución de conflictos no pudieron lograr en más de dos meses de mensajes de todo calibre y medidas represivas. Los manifestantes y los policías de la comisaría Central de Puno dejaron atrás los enfrentamientos para dar rienda suelta a la confraternidad, la alegría y las carcajadas a granel. En vez de piedras y bombas lacrimógenas se lanzaron baldazos de agua y chisguetazos de espuma en medio de un jolgorio. Fue algo inimaginable en estos tiempos recios, de conflictos y violencia.
Esta escena demuestra que, en el fondo, en el corazón de los policías y los manifestantes hay un espacio para la paz y la hermandad, algo que el país necesita con urgencia. Vale la pena narrar lo que ocurrió. Todo empezó cuando un grupo de personas protestaba en las inmediaciones de la Plaza Mayor de esa ciudad. Parece que el “ataque” estaba bien planificado porque nada hacía presagiar la explosión de alegría que se desataría de un momento a otro en el corazón de Puno, convertida en la ciudad más violenta en los últimos meses.
Los manifestantes, en su mayoría mujeres, formaron un pelotón de avanzada y se acercaron a la fachada de la comisaría simulando lanzar sus sonoras arengas, portando sus wiphalas y con el puño en alto como símbolo de la rebeldía. De pronto, el batallón que estaba en la retaguardia corrió y se colocó en primera línea con valdes y globos con agua que lanzaron contra los policías.
Los policías usaron sus escudos para protegerse y trataron de guarecerse en barricada que, con sacos de arena, levantaron hace casi dos meses para protegerse de las protestas violentas. Fue entonces cuando entró en acción una cuadrilla de manifestantes que arremetió con esas pistolas que lanzan espuma, esas que se usan en las fiestas infantiles y en la “hora loca” de las celebraciones de los jóvenes.
En medio de risas, varios policías corrieron a llenar los valdes con agua y luego fueron al contraataque. Esta acción causó la algarabía de los manifestantes, que corrían de un lado a otro como niños.
Qué hermoso sería si esa alegría y ese espíritu de hermandad continuara y Puno, tierra natal de Encinas, Oquendo y Amat, Humareda, el notable periodista Federico More y otros grandes personajes, volviera a ser esa región de gente emprendedora y aguerrida que sale airosa en la lucha contra la adversidad. Hay razones para la indignación y la protesta, sí, pero la violencia no es el camino correcto. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.
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