Puno

Historia de un bufet

El Congreso de la República es la reunión de ciudadanos elegidos por el pueblo para que los represente, y a su nombre legisle y realice acciones de control político de las actividades de gobierno. El Congreso como cualquier poder del estado o institución pública, está sujeto a ser fiscalizado.

Durante el periodo de 1985 a 1990, siendo diputado, no existían bufets; no obstante, ser un legislativo de 180 diputados y 60 senadores, cada cámara tenía su servicio de comedor en reducidos ambientes dentro del propio palacio legislativo. En el periodo siguiente 1990 a 1995, en que salí reelecto tampoco hubo un servicio especial para los parlamentarios y cada uno costeaba con su dinero su alimentación.

Cuando se interrumpió el orden constitucional y se disolvió el Parlamento lo sucedió el llamado Congreso Constituyente Democrático, donde el comedor de los congresistas estaba ubicado en lo que hoy es la Sala Bolognesi y el comedor para los trabajadores estaba ubicado en el sótano. Durante este periodo, tengo entendido, tampoco hubo el servicio de bufet exclusivo para los parlamentarios.

El bufet para los congresistas se inicia al finalizar la última década del siglo XX, al culminar el fujimorismo; y que tuvo como objetivo el de no alejar al parlamentario de su centro de trabajo al momento de las votaciones cuando era la hora de almuerzo. Muchas instituciones públicas ejecutan este tipo de medida en directorios, reuniones de trabajo o capacitaciones en diferentes modalidades, y posiblemente por eso se trasladó esa idea a ser implantada al Congreso en tiempos del fujimorismo, que casualmente era oficial mayor José Cevasco Piedra entre 1993 a 2002.

Desde ese periodo hasta cuando asumí mis funciones parlamentarias en 2006, encontré el servicio de bufet que se brindaba únicamente los días en que se reunía el pleno del Congreso y así fue hasta el momento en que fue disuelto inconstitucionalmente en 2019.

Se ha desconfigurado el antiguo sistema en que los parlamentarios no se alejen para votar, por otro al que casi deban vivir en el Congreso teniendo su alimentación asegurada desde el desayuno hasta la cena. Gastar en un día de pleno 190 soles por congresista, es un despilfarro que no tiene justificación: 30 soles en desayuno, 80 soles el almuerzo más otros 80 soles por la cena, es un elevado importe considerando que el precio es superior al ofrecido en lugares tan exclusivos como los chifas cercanos al Congreso o los restaurants de comida criolla que ofrecen este mismo servicio.

Los márgenes entre 100 al 300% solo en alimentación es un absurdo y por esta diferencia se permite servir comida a los parlamentarios como si estuvieran en un restaurant de cinco tenedores, cuando conocemos que el Congreso tiene instalaciones adecuadas para servir a todos sus funcionarios cómodamente, inclusive algunos mozos son parte del servicio del parlamento; no usar al mismo concesionario para este buffet especial, es desdeñar su trabajo y competencia con el servicio regular que se prestan en los comedores.

El oficial mayor del Congreso ha renunciado por presiones políticas, y extraña que no haga lo mismo el ex colega de armas del presidente Williams, el coronel Pablo Noriega Vinces recientemente designado director general de administración, quién ocupó el mismo cargo en el Ministerio de Defensa y otros similares en esa importante institución; hasta hoy solo sabemos que ha puesto su cargo a disposición cuando en realidad es el principal responsable de los manejos administrativos del Congreso.

Siendo el Congreso una institución fiscalizadora por antonomasia es imperdonable que pueda efectuar compras y gastos sin ningún control; Congreso que no se autofiscaliza no es Congreso, pierde su autoridad moral y pierde legitimidad.

(*) Abogado – excongresista.

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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