
Vicente Alanoca Arocutipa. Antropólogo aymara.
No podemos ser ingenuos a tanta desobediencia social en el Perú que se viene dando a todo nivel en estos días de emergencia, especialmente en las grandes ciudades. Mientras unos van actuando con coraje y sapiencia para evitar los contagios y las muertes, otros no dejan de desobedecer las disposiciones, arriesgando su salud y la de los demás. Nos encontramos entonces con que se trata de un problema estrictamente social y cultural que debe ser enfrentado desde una perspectiva sociocultural. Como diría Bourdieu, si los problemas son complejos las respuestas también tienen que ser complejas, es decir, que si el coronavirus es letal, las estrategias también tienen que ser controlar esta letalidad.
Cada día el Presidente de la República va informando del trabajo que viene haciendo el Estado desde sus diferentes sectores, sobretodo Salud, Economía o Educación, entre otros. Sería mediocre no reconocer los aciertos de decisiones gubernamentales como la ampliación de la cuarentena; y aunque muchos critican y siempre están en desacuerdo, por ejemplo con el bono de 380 soles, la canasta de alimentos y otras medidas económicas que no van a resolver el problema social, porque se trata de temas estructurales e históricos irresueltos, al igual que las formas de exclusión y racismo. Si bien estamos convencidos de que estos temas deben ser materia de debate, no podemos distraernos de ninguna manera en la lucha principal contra el COVID-19. Esta enfermedad se encuentra en el país, necesita acción, trabajo, coraje y valentía, como diría Fals Borda, acción ahora.
Como aymara y antropólogo, quisiera hacer alcance de algunas reflexiones al respecto. En primer lugar, necesitamos desde los diversos sectores y del propio Estado un plan que no se ciña únicamente a la salubridad – donde se viene sacrificando al personal de salud – o en el control – donde los policías y las Fuerzas Armadas sufren insultos e inclusive son golpeados o asesinados como el caso del soldado Ronald Mamani en Ilave. Hoy más que nunca se requiere trabajar el componente social y cultural, teniendo en cuenta la diversidad de formas colectivas e individuales de comportamiento y situación de los pueblos del Perú. Por ejemplo, en el caso de los pueblos indígenas, no sólo es cuestión de lengua, si no de tomar en cuenta ciertos hechos sociales. Cuando se dice “quédate en casa” o “yo me quedo en casa”, en las comunidades aymaras, donde la población vive de la agricultura y ganadería, resulta contradictorio. Allí, cada familia, bajo el control y vigilancia de sus autoridades comunales, cumple estrictamente con las disposiciones: sólo tiene que estar en familia, no recibir a si nadie, etc. Estas formas de control siempre han existido, son de cumplimiento obligatorio y cuando ello no ocurre, hay sanciones según las normas tradicionales establecidas. La cuarentena o el toque de queda son más para el medio urbano, aunque de la misma forma cada ciudad tiene su propia particularidad para entender las normas.
En las comunidades rurales en Puno, uno de los aliados fundamentales para el distanciamiento social en las comunidades aymaras son los tenientes gobernadores, las rondas campesinas, las directivas comunales, etc.; por tanto, esta forma de organización social que está arraigada en el componente cultural debe ser aprovechada para evitar y controlar el coronavirus en el Perú. Necesitamos trabajar este componente sociocultural, porque en caso contrario las consecuencias serán trágicas para el “Perú de Todas las Sangres”, donde la población más vulnerable son los pueblos originarios.
Fuente: Noticias Ser.Pe