
Por: Walter Paz Quispe Santos
Transgresor hasta el tuétano más nimio, perverso hasta la lucidez más extravagante, subversivo en los recovecos de la pintura, el genial Víctor Humareda es una leyenda de las artes plásticas. Su natal Lampa alista un montón de celebraciones por el aniversario de su nacimiento, así como el Gobierno Regional, al igual que otras entidades culturales. El eterno enamorado de Marilyn Monroe, a quien consideraba su esposa, se merece mucho más; su vida empobrecida dedicada a la plástica, que ha sido un motivo de permanente innovación, sobre todo en las tendencias expresionistas, es sinónimo de amor a la perfección.
Víctor Humareda fue un loco, bohemio y fino creador que nos ha dejado un legado importante de cuadros que hoy son parte de colecciones privadas y públicas que testimonian los grandes avatares de la pintura peruana. Son como toda pintura la memoria de un tiempo, de sus distintas épocas y sobre todo de sus manifestaciones expresivas. Así Humareda pintó escenarios diversos de la Lima de antaño y del Altiplano puneño donde queda su tierra natal: procesiones, diablos, prostitutas, arlequines y tantos otros personajes desfilaron por sus pinceles hasta convertirlo en un artista universal. No sabemos si nuestro loco favorito vivía o sobrevivía o se desvivía un andante libertario, trashumante hasta ser un puto de a verdad. Muchos artistas que lo conocían recuerdan el hotelito de La Victoria, esa habitación de sillones viejos y roídos mal olientes con sabor a alcohol, que fue su espacio sagrado y profano para hacer sus maravillosas obras de arte. En aquel momento despreciado por una crítica dominante y como siempre despistada hasta hoy. Es que los críticos muchas veces no están a la vanguardia, sino se colocan acomodadamente en la retaguardia, porque no es la crítica la que ha mostrado y descubierto a genial pintor sino la historia del arte que registra a Humareda como uno de los grandes pintores egresados de la Escuela de Bellas Artes de Lima.
El arte no se mira desde la moral o la ética. El arte se mira desde la estética por eso los cuadros de nuestro paisano son extraordinarios porque revelan e inquietan y suman desde su experiencia estética nuevas ideas a la filosofía del arte. Humareda en su vida azarosa conoció la soledad más profunda y producto de esa circunstancia conoció las metástasis del goce que los prostíbulos pueden despertar en el hombre más moral, así Humareda supo develar facetas que otros artistas no se atrevían a pintar.
Ciertamente su paso por París no fue agradable, sino una experiencia desastrosa. Las cartas enviadas a su madre revelan a un artista lleno de dolor y sufrimiento y tantas congojas que hieren el alma y la sensibilidad de todos los admiradores que hoy nos reunimos para celebrar sus cien años de nacimiento. Salud, Víctor Humareda.