Puno

Leyes, dinero y corrupción

El economista Carlos Adrianzén afirmó en una entrevista que los países que tienen recursos naturales no necesariamente están en mejor situación. Es decir, que los pueblos del interior no deberían reclamar tanto por las riquezas extraídas de sus suelos, como el canon minero. Catar, que se dio el lujo de organizar el último Mundial de Fútbol, es un ejemplo de que lo que señala Adrianzén no es del todo cierto.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando Catar era colonia británica, su población se dedicaba a la extracción de perlas, a la pesca y a las actividades comerciales. Era uno de los países más pobres del mundo. Sin embargo, en 1939 se descubrió el petróleo y los yacimientos de gas, que pasaron a ser el principal soporte de la economía de Catar, país que se convirtió, gracias a esas riquezas naturales, en uno de los más ricos del mundo.

Entonces, no es exactamente, como dice el economista Adrianzén, que la distribución de la riqueza de los recursos naturales no sea importante para el desarrollo económico, social y cultural. Otra cosa es que países que no tienen recursos naturales en abundancia -Suiza, Singapur y el propio Japón, por ejemplo- como sí los poseen otros, tal es el caso del mismo Perú, sean capaces de desarrollarse económicamente al aprovechar otras actividades como la industria, el comercio o el turismo.

El problema en el Perú sigue siendo el centralismo y la corrupción. Nadie puede negar que los pueblos del llamado Perú profundo aún sean víctimas de la postergación, la marginación y el abandono. Es cierto que los gobiernos regionales, especialmente del sur, reciben grandes cantidades de dinero por concepto de canon minero y que el año pasado la mayoría haya gastado menos de la mitad de sus fondos en inversión pública. Es decir, no es que falte plata.

Pero el dinero no lo es todo si no se administra bien y si nos supeditamos solo a una economía extractiva, sin promover la industria, la agroindustria, el desarrollo tecnológico, para generar fuentes de trabajo.

No se trata, por lo tanto, de entregar plata y dejar que las autoridades locales y regionales hagan lo que se les venga en gana. Basta darse una vuelta por algunas ciudades del país para observar cómo se gasta el dinero en “elefantes blancos” y pagando, por dar una cifra, 10 millones de soles por una obra que solo cuesta dos millones.

Si las leyes fueran mejores, más justas, realistas y eficaces, el problema de la corrupción no tuviera décadas y décadas sin resolver. Y la legislación depende del Ejecutivo y el Congreso, que están en Lima. ¿Qué los congresistas representan a sus pueblos? Preguntémosles a los habitantes de provincias qué han hecho realmente por ellos. Prácticamente nada, por eso estamos como estamos . Porque lo digo y escribo siempre lo firmo.

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