Maradona, dioses y pelotas manchadas

La reciente muerte del futbolista Diego Armando Maradona ha dejado pesar en millones de sus seguidores y, como era de esperarse, ha concitado la atención de la prensa mundial. Al mismo tiempo, como sucede con todo personaje de tal dimensión, han salido a la tribuna sus críticos. Lo normal, en todo caso. Las virtudes y los defectos que todos los humanos poseemos en mayor o menor grado y que justamente nos humanizan y sitúan lejos de los dioses, y nos ponen en la mira de la complacencia o el escarnio, según como se quiera, en tanto personaje público.
Situación parecida ocurrió con la muerte de Fidel Castro en 2016, a la sazón amigo de Maradona. Y en nuestra reciente cultural local con la muerte-suicidio de Alan García en 2019. Personajes, hombres, humanos, con la capacidad de polarizar sentimientos e imaginarios más allá de la ética o la moral de sus acciones. En ese sentido, la mitificación y el carácter divino que le confieren al futbolista argentino, si bien engendrado en el seno de un fanatismo popular ciego y tal vez legítimo, dista mucho de su verdadera condición de hombre.
La famosa frase: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”, que Maradona dirigió a sus miles de seguidores en el estadio del Boca Juniors en el año 2001, resume bien su puesta en pie sobre la cancha, vale decir sobre la Tierra. Su honestidad consigo mismo al aceptar sus errores, le procura humanidad. Pero ello no es suficiente: debe recurrir a la cautela para no dejar por sentado que en el terreno del fútbol los errores deben persistir. Es decir, no es lo mismo el fútbol que los futbolistas, aunque estemos acostumbrados a verlos en unidad.
Sin duda, en la Argentina los hinchas deben estar locos (tomo prestado el título de la película ochentera, “Los dioses deben estar locos”), para haber despedido como lo hicieron a Maradona. Miles de personas congregadas en decenas de calles sin distanciamiento y sin que les importe la pandemia. Un sentido común de pertenencia y sensibilidad que se sitúa por encima de todo, tal vez muy parecido a las recientes marchas en el Perú en contra del gobierno de Manuel Merino o a las marchas de la comunidad afroamericana tras el cobarde asesinato de George Floyd en mayo pasado, y que dice mucho más que una pelota manchada o no.